viernes, 13 de mayo de 2011

Y compartir el dolor

Dadme vuestras penas en bandeja de cielo,
ayudadme a sentirme uno más del Universo,
escribid palabras de dolor en la piel de mi pecho,
descubrir que no estoy solo debería ser, más que un desvarío, un hecho.

Hermanos de sufrimiento en primavera tardía,
vuestras penas son, a duras penas, penas como las mías.
Y cuando descubramos el amanecer de un nuevo día,
compartir un sueño y un alivio será nuestra alegría.

Pero callemos, escuchemos estos labios.
Nosotros estamos jodidos, pero sus sueños están decapitados,
cinco gordos con millones no devuelven lo arrancado,
y sus costillas claman por un mendrugo, aunque sea disecado.

Y escuchemos cómo una mina dio su fruta después de ser plantada,
cómo un niño ve pasar por su mente su vida y una pierna ensangrentada,
cómo una madre grita y llora al descubrir la mitad de su vida, minada,
cómo un gobierno sólo quiere ganar verdes a base de metralla y granada.

No sé qué coño hago quejándome de mariconadas amorosas
cuando hay gente que ignora si está en esta vida o en otra,
gente que con cuchillo y sedantes tiñe su bañera de rosa,
gente de fortuna miserable, maldita y traidora.

Me gustaría ayudar con más que palabras vacías,
intercambiar sus penas y las mías,
darles por sus tristezas mis alegrías,
darles una vida normal aunque fuera por un día.

Pero no, no puedo. El mundo no está hecho para ser libres de escoger, de hacer lo que queramos. Porque no podemos.

2 comentarios: